viernes, 27 de marzo de 2009

¿Todos locos?

No, los hombres singulares, hiper sensibles, maniacos, visionarios, constructores de extraños mitos, a los que llaman locos no son alienados; no son diferentes a nosotros; sus mecanismos no son mecanismos distintos a los nuestros; son, en todos los sentidos, nuestros semejantes y nuestros hermanos, siento terriblemente injusta la actitud del europeo que se empecina en no tratarlos como tales.
J. Dubuffet, «Honneur aux valeurs sauvages» 1951

Una buena parte -más de la mitad- de las obras que constituyen nuestras colecciones tienen por autores a internos de hospitales psiquiátricos. ¿Prueba esto que sean fruto de su estado patológico? No lo creemos así. Nos inclinamos más a pensar que la idea de enfermedad debe estar, al contrario, asociada a la incapacidad del acto de creación. Obras como las que se exponen aportan, según nuestro parecer, la prueba que en ciertos casos personas enfermas muestran que una parte de su psiquísmo se encuentra en perfectísimo estado.Puede ser que el estado ocioso en el que viven los enfermos sea un factor favorable al desarrollo artístico. El enclaustramiento, la soledad produce lo mismo. Nos hemos encontrado con casos admirables en prisiones y hospitales con enfermos no mentales. Es natural que los seres que no tienen ninguna posibilidad de juegos y fiestas sean más proclives que otros a fabricarse juegos y fiestas, estas últimas a veces negras como teatralizando su desespero.
J. Dubuffet, «La Compagnie de l'Art Brut» 1963

Los mecanismos psicológicos de donde procede toda creación artística son tales que,según mi parecer sería preciso clasificarlos a todos dentro del ámbito patológico y considerar al artista como un psicópata, o bien ampliar nuestra concepción sobre lo que es sano y normal de tal manera que la locura toda entera pueda formar parte de ella.
J. Dubuffet, «Honneur aux valeurs sauvages» 1951

Buscamos obras marcadas por un carácter personal muy firme y creadas fuera de toda influencia de las artes tradicionales, y que también, al mismo tiempo (pues sin ello no hay arte) apelen a las capas profundas del ser humano -a los estratos del salvajismo- liberando el lenguaje ardiente. Después, nos es indiferente que el autor de tales obras sea -por razones alienas a las nuestras- reputado sano o loco.
J. Dubuffet, «Honneur aux valeurs sauvages» 1951

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