lunes, 23 de marzo de 2009

Creación y locura

El autor de art brut no es un artista

«El verdadero arte siempre surge donde menos se lo espera uno. Allí donde nadie piensa en él ni pronuncia su nombre. El arte odia ser reconocido y saludado por su nombre. Enseguida huye. El arte es un personaje apasionadamente enamorado del incógnito. En cuanto alguien lo descubre, lo señala con el dedo, entonces se escapa dejando en su lugar un figurante laureado que lleva sobre sus hombros una gran pancarta en la que pone ARTE, que todo el mundo rocía enseguida con champaña y que los conferenciantes pasean de ciudad en ciudad con un aro en la nariz. [...] ¡No hay peligro de que el verdadero señor Arte cargue con una pancarta! Por eso nadie lo reconoce»(1). Dubuffet equipara el art brut con la contracultura, el contrapoder.

Siguiendo este concepto, los autores de art brut se distinguen de los artistas consagrados: se les denomina «autores» o «personas» y sus creaciones se califican de «labores» o «trabajos». Este vocabulario se desmarca de la terminología institucional que pone de relieve a los «maestros» y sus «obras». Dubuffet elige intencionadamente una semántica de la disidencia. Autodidactas, los creadores son definidos como «personas ajenas a la cultura y que no han recibido de ella ninguna información ni influencia». Su ignorancia de la escena artística es, según ellos, altamente benéfica, ya que les lleva a inventar totalmente el conjunto de su procedimiento creador. Esta necesaria fabricación de la obra –tanto en el terreno temático, iconográfico y estilístico como en el técnico– es el resultado de una constante labor de búsqueda. La creación de art brut engendra una «exteriorización de los movimientos de humor más íntimos, más profundamente interiores del artista»(2). La investigación del corazón de las «capas subyacentes» de su personalidad lleva a Wölfi o a Jeanne Tripier a abrirse paso a través de las zonas más oscuras del salvajismo y la iolencia. Dubuffet considera la idea rimbaldiana de la «videncia», retomada entre otros por los surrealistas, como la vía principal para la expresión del art brut.


Creación y locura. Locura y creación

La exposición nazi Entartete Kunst («Arte degenerado»), organizada entre 1937 y 1941, presentaba frente a frente trabajos de alienados y pinturas modernas con la pretensión de demostrar la índole degenerada de estas últimas. En cambio, algunos artistas de vanguardia –entre ellos los surrealistas– magnifican los poderes del inconsciente, sacralizan la demencia y, así, las obras de los enfermos mentales y convierten la «divina locura» en una categoría estética. Dubuffet se desmarca de ambos extremos y se opone a toda compartimentación. «Realmente, en la mayoría de los casos, no hay ningún criterio que justifique una discriminación entre las obras que podríamos calificar de sanas y las obras que podríamos llamar patológicas. Creo sinceramente que esta distinción carece de sentido y no responde a nada». El teórico ignora la locura en materia de expresión artística, afirmando que «no hay arte de los locos como no hay arte de los dispépticos o de los enfermos de la rodilla»(3). La definición de art brut no se fundamenta pues en el estado mental del creador. Para Dubuffet, toda expresión artística verdadera implica necesariamente fiebre, tensión y violencia; se codea con la desviación y tiene algo de «delirio inspirado». Al evocar las obras de Paul End, de Sylvocq y de Alcide, exclama: «Claro que este arte está loco. ¿Qué arte no lo está? Cuando no está loco no es arte»(4).

La demencia es, para él, un recurso esencial de la creación: «La locura aligera al hombre, le da alas y fomenta la videncia»(5). Desde una perspectiva artística, la alienación es «el foco de las principales creaciones mentales, de todos los hechos relativos a lo mental, y especialmente, en primer lugar, de la creación artística». Esta valoración no procede sin embargo de una visión idealista de la locura; Dubuffet no se engaña hasta el punto de ver en toda producción asilar una expresión artística de valor. «El caso de un verdadero artista es casi tan raro en los locos como en la gente normal», señala. Sin embargo, considera al alienado como un ser excepcional, capaz «de romper todas las restricciones de lo habitual, [...] y desbrozar los caminos a través de los que puede expresar sus voces interiores de hombre salvaje»(6).

A pesar de la extraordinaria diversidad de las producciones, Dubuffet enuncia claramente en sus ensayos posteriores los principios –más filosóficos que estéticos– sobre los que reposa la noción de art brut: ausencia de formación artística, ignorancia de toda tradición cultural, reinvención de las etapas del acto creador, elaboración de la obra en el anonimato, desarrollo autárquico de las producciones.


(1) J. Dubuffet, «L’Art Brut préféré aux arts culturels» (1949), Prospectus et tous écrits suivants, op. cit., I, p. 201.
(2) «Honneur aux valeurs sauvages», ibid, I, pp. 200, 206, 215, 218 y 489.
(3) J. Dubuffet, «Honneur aux valeurs sauvages», op. cit., I, pp. 202 y 218.
(4) J. Dubuffet, «Cinq petits inventeurs de la peinture», cat. exp., Lille, librería Marcel Évrard, 1951, en ibid., I, p. 510.
(5) J. Dubuffet, «L’Art Brut préféré aux arts culturels», ibid., p. 202.
(6) J. Dubuffet, «Honneur aux valeurs sauvages», ibid., pp. 221-222.

Extraído del artículo «La aventura del art brut» de Lucienne Peiry, directora de la Colección del Art Brut de Lausana.

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